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Ya hay más de 15 ecobarrios en la provincia de Buenos Aires y dos barrios de casas flotantes en la localidad de San Fernando y Maschwitz, respectivamente.

Casi en voz baja, como si quisieran pasar inadvertidos, cada vez más argentinos evitan la ciudad. Dicen que es una fábrica de contaminación, que se pierden lazos sociales y que impide “entender quiénes somos”. Así, impulsados por la moda verde que no para de crecer, se instalan en las afueras. En ecoaldeas o “ecobarrios” que se construyen de manera colaborativa y en la naturaleza. Ahí, buscan cultivar alimentos orgánicos, levantar casas con insumos biodegradables y aprovechar la energía solar como combustible.

La tendencia generó que en la Provincia de Buenos Aires ya se cuenten unas 15 ecoaldeas. Y en Zona Norte, hay proyectos al estilo de los barrios privados, en los que se levantan casas biosustentables. La tendencia atraviesa todas las clases sociales, con alternativas para todos los bolsillos, para los de espíritu hippie y para aquellos que buscan lujo y comodidad. 

“Me dicen: ‘¿Cómo podés irte a dormir sin ver tele o sin aire acondicionado?’. Pero yo disfruto de los sonidos de la noche, los perfumes del amanecer, de no correr por miedo a perderme algo”, dice el ex periodista y consultor psicológico Alejandro Rial. “Hace un mes me mudé a Terrena, un espacio de transición hacia la ecoaldea en un terreno de 15 x50 en Martínez”, explica. Allí, no hay construcciones de material. Alejandro duerme dentro de un domo hecho con lona y cañas. Los fines de semana, colabora en clases de yoga y talleres de huerta para los vecinos. Se animó al volantazo. Aunque sigue su tarea como “coach”, dejó el ritmo de tiempo atrás. Por años, fue productor de TV y conductor de noticiero. “Vivía hiperinformado y activo, pero dije basta”, cuenta feliz. 

La tendencia parece una forma de decirle “no” al sistema. Una revolución sin proclamas, que busca señalar que algo está mal en las concentraciones urbanas. Por ejemplo, la inseguridad. Como una sociedad de fomento de barrio conjugada con ecologismo. Conviven los que piensan que la civilización equivocó el camino y los “integrados”, que dicen que la conciencia ecológica es un paso más y que se puede incorporar al mercado.

En este grupo parece ubicarse Nahuel Foronda (41). Dueño de una empresa de software y recién llegado de Estados Unidos con Laura, su mujer, construyó una casa en un canal que sale al río Luján, en Maschwitz. Está dentro del Econáutico Hipocampo, un barrio de casas ecológicas flotantes a 44 kilómetros de la Ciudad. La inversión es similar a la de construir cualquier vivienda. Pero lo que cambian son los materiales. “Se usan paneles hechos de arcilla, bambú y paja, con estructura de madera que viene de bosques certificados. Si destruyera la casa, todo se degradaría y sería absorbido por el río. No tenemos hormigón, cemento, derivados del petróleo, ni pinturas o barnices industriales”. Nahuel cree que el futuro está en lograr que los desarrolladores vean como un negocio posible las casas sustentables. 

Aníbal Guiser Gleyzer (58), el primero en estrenar el barrio de casas flotantes, con energía eléctrica, vive en una de las cuatro que ya se levantaron. Otras dos se están construyendo. “Acá, cada casa trata su propios efluentes. Van a parar a un tanque, donde se hace una biodigestión, y se transforman en agua para riego. Todo esto viene de la filosofía de la permacultura y la bioarquitectura”, explica. 

La opción más radical, la ecoaldea comunitaria, implica dedicar horas a cuidar los cultivos y a la convivencia. También, al desarrollo de actividades artísticas que, en teoría, favorecen el reencuentro con uno mismo. Las ofertas abundan. Desde la histórica Gaia en Navarro, pasando por el Eco Yoga Park, en General Rodríguez, que tiene huerta, yoga y restorán vegetariano, hasta la CocoVilla Permacultura, una ecoaldea de La Reja. Allí se vive de la producción propia, las donaciones y el trueque. Con su nena de dos años, Daiana Estafanía Eloy (22) se mudó hace tres meses a la CocoVilla. Dejó atrás una casa familiar (y cómoda) en Ramos Mejía. Sale para vender bijouterie en el centro de Morón. Pero dice: “En la ciudad, con todo tan servido, luz con un botón, delivery para comer, agua en todos lados, perdés conciencia del valor que tienen los recursos”. Propone: “Amar es crear, no consumir”.

Autor: Ezequiel Viéitez

Fuente: Diario Clarin

Los que apuestan a la naturaleza y se alejan de la ciudad.

Ya hay más de 15 en toda la Provincia y varios proyectos en marcha. Y en San Fernando y Maschwitz acaban de abrir dos complejos con casas flotantes.